Se trata de un fenómeno predominante en la naturaleza: la profunda tendencia espontánea hacia el orden. Es posible detectarlo desde niveles subatómicos hasta en el comportamiento del propio universo. Se trata de toda una ley universal.
Es evidente que nos afecta a nivel personal y grupal de forma contundente. ¿Cómo? Creo que a varios niveles.
A nivel químico los neurotransmisores, los neuropéptidos y las hormonas sincronizan nuestros pensamientos con lo que sentimos. Los neurotransmisores transforman la información química que hace que nuestro sistema nervioso y nuestro cerebro se puedan comunicar. Los neuropéptidos son los mensajes, se generan en el hipotálamo y se transmiten por medio de la glándula pituitaria para posteriormente ser liberados con instrucciones específicas para el resto del cuerpo. Viajan por el torrente sanguíneo y se adhieren a las células de distintos tejidos (principalmente a las glándulas). Estas a su vez generan hormonas que nos inducen a sentirnos de una forma en particular.
Por tanto, a partir de una serie de pensamientos se produce toda una cascada química que nos hace experimentar una sensación específica. De esta forma podemos identificar las sensaciones de alegría, gratitud, tristeza, gratitud…
Pero ahora viene lo bueno: lo que funciona en un sentido, funciona en el otro. Llevo ejercitando por medio de la meditación el camino contrario. En base a nuestra experiencia es posible evocar sensaciones corporales específicas. Cada mañana reproduzco la sensación de la compasión, la gratitud, el amor y la alegría. Esta carga química que estimulo por medio de mis sensaciones físicas me prepara mentalmente para tener una inercia hacia el pensamiento positivo y la conexión con un estado de serenidad. Desde hace un tiempo trato de ser muy consciente de las sensaciones físicas cuando experimento bienestar para poder replicarlas de forma muy concreta.
La sincronía entre lo gestual y lo emocional no es algo nuevo. Siempre se ha dicho que si quieres sentir alegría basta con que sonrías. Un dato curioso en este sentido, por ejemplo, se descubrió al estudiar a corredores ciegos de nacimiento. A pesar de que nunca habían visto a nadie levantar los brazos al llegar a la meta, reproducían este gesto como expresión de la euforia de la victoria. Si tienes una entrevista de trabajo enciérrate en un servicio y reproduce este gesto durante dos minutos. Tu cuerpo producirá las sustancias químicas que te harán sentir más seguro.
Otro aspecto de la sincronicidad es la entropía. Es un principio procedente de la termodinámica que anticipa que si dos trozos de metal a distinta temperatura se juntan, existirá una tendencia a equilibrar la temperatura entre ambos. Básicamente es un principio por el que el universo tiende a distribuir la energía uniformemente.
Nuestro estado emocional no es más que una vibración energética específica. Creo que es evidente que este mismo principio sucede en lo relativo a nuestras interacciones personales. La emoción predominante se contagiará al resto.
Me pregunto muchas veces hasta qué punto y en qué escalas nos afecta ese principio. Creo que la proximidad entre las fuentes de energía es evidentemente relevante, pero quizá hay niveles emocionales que provienen del inconsciente colectivo a escala local y a escala global. Creo que la política del miedo mediático nos mantiene en un estado de alerta que impide que la esperanza, el optimismo, la compasión, la paz y la ilusión tengan más espacio en el planeta.
Una actitud es una serie de pensamientos conectados a un sentimiento, o viceversa. Si crees que necesitas cambiar de actitud, prueba a cambiar de pensamientos.
Tenemos tendencia a alinearnos, nos atraemos los unos a los otros. Creo que las redes sociales ponen en evidencia este fenómeno. Nicholas Christakis realizó un estudio en el que se determinaba el grado de influencia que tienen sobre nosotros los comportamientos de nuestros amigos. Si tienes amigos obesos, tu riesgo de serlo es 45% mayor que si no lo fueran. Si los amigos de tus amigos son obesos, el riesgo de que tú tengas obesidad es 22% mayor; y si los amigos de tus amigos de tus amigos son obesos, tu riesgo es 10% mayor. El estudio se realizó en relación a la obesidad, el tabaquismo, el divorcio y la felicidad con semejantes resultados. Nuestro comportamiento por tanto es una poderosísima influencia en los demás, para bien y para mal. Más nos vale ser responsables.
Carl Jung acuñó el término de “Sincronicidad” referida a «la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera acausal». En otras palabras, definía un marco en el que existía una correlación entre eventos sin una causa concreta. Todos hemos experimentado cómo personas o acontecimientos llegaban “mágicamente” a nuestras vidas justo en el preciso momento en el que las necesitábamos. Nos incomoda hablar de ello ya que tememos percibir un falso misticismo en lo que puede ser una mera casualidad. En base a mi experiencia, y en relación a una cuestión meramente probabilística, mi impresión es que la cocina cósmica nos prepara precisamente lo que necesitamos con un tempo muy preciso.
Voy a acabar con una reflexión relativa al sincronismo. Tiene que ver con una metáfora que escuché en una charla de Emilio Carrillo relativa a tres páginas que dedicó Nietzsche en Así habló Zaratustra a la descripción de la transformaciones y la evolución del espíritu humano. En ellas se habla de tres estadios por los que el alma ha de evolucionar: el camello, el león y el niño.
El camello representa a un hombre obediente que acepta las creencias que se han forjado a lo largo de su vida. Su joroba está cargada con los valores de otros. Como decía Emilio, es un hombre que vive en el “debo” y en el “tengo”, un ser que nada a contracorriente en el río de la vida.
El camello que llega a nivel superior de consciencia se convierte en León. Es un punto en que existe un impulso que trata de liberarse de la moral predominante. Se trata de un ejercicio de autodeterminación. Es un alma que vive en el “quiero”, un espíritu que ha comenzado a nadar a favor de la corriente.
Por último el niño es un punto donde el ser se ha librado del sentimiento de autosuficiencia. Es un lugar donde es posible vivir libre de prejuicios y donde se genera una nueva tabla de valores. El niño es juego, es inocencia, es un ente creador espontáneo. Es el momento en el que dejamos de nadar en el río y nos dejamos llevar por la corriente hasta que entendemos que somos el mismo río.
Si todo tiende al equilibrio y al orden, no debemos tener miedo a fluir en el río de la vida. Empeñarnos en nadar solo va a dejarnos agotados y va a aplacar nuestra capacidad de crear y de amar de forma saludable. No lo confundamos con pasividad, es la responsabilidad de vibrar en un estado donde proyectemos, amplifiquemos y generalicemos la serenidad, la confianza y el amor..