La gratitud es una forma de espiritualidad en la que conectamos con el aprecio a un acontecimiento o un aspecto de nuestra vida. Es una forma de consciencia que potencia el bienestar. Cultivar este hábito garantiza en gran medida nuestra salud física y mental, y la calidad de las relaciones que tenemos con los demás y con nosotros mismos.
Es muy importante que seamos conscientes de una serie de inercias psicológicas que, en principio, tienen ventajas para la supervivencia, pero que en este punto evolutivo suponen un gran lastre. Una de ellas es el hedonismo adaptativo. Se trata de un principio por el que la satisfacción que nos produce un evento o una circunstancia placentera decrece dramáticamente con el tiempo.
Así se explica por ejemplo la fase de luna de miel al principio de las relaciones de pareja. Esa deliciosa regresión a la infancia donde nos vemos completamente inundados por un torrente hormonal que nos abstrae de nuestra realidad apenas dura unos meses. Los elementos que nos maravillaban de nuestra nueva pareja pronto se toman por descontado, y se integran en nuestra cotidianidad.
Tenemos la tendencia a idealizar cómo nos vamos a sentir cuando alcancemos cualquier objetivo material o circunstancial que anhelemos. Las mieles del éxito, cuando tienen que ver con elementos externos, no suelen perdurar y se quedan en el mundo de lo superfluo.
¿Qué sentido evolutivo tiene este terrible componente psicológico? Cuando nuestra supervivencia dependía de nuestra habilidad para cazar, de encontrar sustento y cobijo en un entorno hostil, regocijarnos en haber logrado capturar esa presa no nos resultaría de mucha utilidad. El ritmo del ciclo de la vida salvaje en la que hemos evolucionado durante miles de años requería de esa insatisfacción para promover la proactividad necesaria para subsistir.
Estamos por tanto en un delicado momento evolutivo donde tenemos la oportunidad de superar mecanismos relativos a la supervivencia que nos limitan, para tener una experiencia más gratificante a nivel emocional y espiritual.
¿Qué dice la ciencia de la gratitud? La psicología positiva ha estudiado ampliamente los beneficios de cultivar hábitos relacionados con el agradecimiento. Los resultados son absolutamente abrumadores.
Las personas que cultivan hábitos relacionados con la gratitud tienen una mayor satisfacción de la vida, gozan de más vitalidad y de una mejor percepción subjetiva de la felicidad (McCullough, Emmons y Tsang, 2002), tienen una menor tendencia al resentimiento con el pasado (Woodward, Moua y Watkins, 1998) y en ellos se reduce el riesgo de desarrollar trastornos psicológicos como la depresión, la ansiedad o el consumo de sustancias (Bono y MMcCullough, 2006)
Martin Seligman, el padre de la psicología positiva, realizó un curioso estudio donde se instaba a escribir cada noche durante una semana tres cosas que hubieran ido bien durante el día, y sus causas.
Después de tan solo una semana se comprobó que los sujetos eran un 2% más felices. Su felicidad siguió subiendo de forma constante en el siguiente mes hasta llegar al 5%, y llegó al 9% en los siguiente 9 meses. Aunque solo se les pedía que realizaran este ejercicio durante una semana, la mayor parte de los integrantes disfrutaron tanto de esta rutina que la integraron en su vida. Si nos vendieran un fármaco que nos garantizara un 10% extra de felicidad no dudaríamos en comprarlo. Ahora ya lo tienes a tu alcance.
En un estudio (McCraty, 1998) donde se encomendó a “cultivar el aprecio hacia otros y las emociones positivas” los resultados mostraron una reducción del 23% de cortisol (hormona que regula los niveles de estrés) después del período de intervención. Además de este impresionante resultado, el 80% de los participantes mostraron una mayor coherencia en los patrones cardíacos que indican inequívocamente un reducción tangible de los niveles de estrés.
En otro estudio (Seligman, Steen y Peterson, 2005) se les dio a los participantes una semana para escribir y enviar una carta de agradecimiento a alguien que hubiera sido especialmente generoso con ellos, pero a quienes sentían no haber manifestado adecuadamente su agradecimiento.
Este experimento se llevó a cabo en 3 simples fases: primero era necesario encontrar una persona que hubiera hecho algo importante o maravilloso por ti, y que no hubiera sido correctamente agradecida por ello. Después se reflejarían los beneficios obtenidos gracias a lo que esa persona te había aportado. Finalmente se tenía que entregar y leer en persona y dedicar un rato a hablar sobre lo que se había escrito.
Los participantes reflejaron un considerable aumento de su nivel de felicidad en el siguiente mes que perduró en los meses sucesivos. De igual modo un gran número de los participantes decidió de forma espontánea seguir escribiendo cartas de agradecimiento ante los beneficios de la experiencia.
No cabe duda de que cultivar hábitos relacionados con la gratitud es beneficioso. Llevo ya varios años desarrollando el hábito de seleccionar tres cosas por las que me sienta agradecido cada día. Es muy difícil explicar el cambio tan importante que ha tenido en mi vida. Creo que en gran medida hace que siempre esté muy atento para advertir las cosas positivas más significativas que me pasan día a día. Dirigir por un lado nuestra atención hacia esos eventos, los hace en muchas ocasiones pasar menos desapercibidos. Por otro lado ya sabemos que el cerebro no distingue entre la realidad y la ficción, por tanto rememorar esos eventos cada día amplifica sus efectos. En mi caso, por la noche cuando me voy a dormir, repaso mentalmente cuales han sido esos tres sucesos. A la mañana siguiente escribo en mi libreta los detalles de los mismos. De esta forma he triplicado los beneficios químicos de las bondades en mi vida.
Una de las mayores formas de ingratitud que desde mi punto de vista existen se relaciona con el milagro de nuestra factoría interna. Parece que solo nos acordamos de la salud cuando nos falta. Por poner un par de ejemplos, tu corazón bombea diariamente cinco toneladas de sangre. Tus riñones filtran cada semana una tonelada y media de sangre. Sin que nosotros nos tengamos que preocupar de absolutamente nada, en nuestro organismo suceden billones de acciones químicas que nos mantienen vivos. Personalmente creo que todo este trabajo se merece respeto, admiración y sin duda algunos momentos diarios de agradecimiento.
Vibrar con aprecio hace irrelevante las posibles interpretaciones sobre el vaso medio lleno o medio vacío, ya que nos decantamos por celebrar que hay vaso, y que hay agua dentro.
Da la impresión de que en general entendemos la vida como una carrera para hacer frente a nuestras limitaciones. Esto solo trae consigo inseguridad, culpabilidad y frustración. Personalmente tengo una regla infalible y es muy simple. Si en mi vida hay el doble de aprecio que de anhelo, siempre tendré la sensación de que hay bienestar y abundancia. El problema viene cuando este porcentaje se invierte.
Estoy muy agradecido de mi vida. Tengo todo lo que necesito. Te agradezco que estés dedicando unos minutos de tu precioso tiempo a leer estas palabras. Aprecio tu interés por la gratitud. Gracias por estar aquí.