El miedo es un mecanismo de defensa relacionado con una serie de reacciones fisiológicas originadas por un conjunto de emociones y sentimientos asociados a pensamientos en los que se proyectan situaciones de peligro plausible. Sigmund Freud diferenció en su Teoría del miedo dos tipos de miedo: el real y el neurótico. El primero se relaciona con un riesgo a una amenaza real para nuestra integridad física. El miedo neurótico es un miedo que construimos en base a una creencia irracional donde reproducimos mentalmente, por medio de pensamientos automáticos recurrentes, una serie de posibilidades poco probables.

Este mecanismo se vincula por un lado a nuestro cerebro reptiliano, encargado de gestionar las tareas esenciales para la supervivencia, como comer o respirar; y,  por otro lado, con el sistema límbico, que es el encargado de regular las emociones, la lucha, la huida, la evitación del dolor y en general todas las funciones de conservación del individuo y de la especie. Este sistema revisa de manera constante (incluso durante el sueño) toda la información que se recibe a través de los sentidos. Lo hace mediante un conjunto de núcleos de neuronas localizadas en la profundidad de los lóbulos temporales llamadas amígdala cerebral. Esta controla las emociones básicas, como el miedo y el afecto, y se encarga de localizar la fuente del peligro.

El miedo produce cambios fisiológicos inmediatos: se incrementa el metabolismo celular, aumenta la presión arterial, la glucosa en sangre y la actividad cerebral, así como la coagulación sanguínea. El sistema inmunitario se detiene (al igual que toda función no esencial), la sangre fluye a los músculos mayores (especialmente a las extremidades inferiores, en preparación para la huida) y el corazón bombea sangre a gran velocidad para llevar hormonas a las células (especialmente adrenalina).

Hay 4 tipos de emociones relacionadas con el miedo neurótico: las relacionadas con la escasez, las vinculadas a la desconexión, las relativas a la tristeza y las del odio.

Los pensamientos y las emociones de escasez son las que se fundamentan en la creencia de que vivimos en un mundo limitado en relación a los recursos físicos y afectivos. El apego material y emocional están muy vinculados con esta tipología de miedo donde la falta de confianza en el futuro es característica.

La desconexión se asocia al conjunto de pensamientos y emociones que nos hacen sentir incomprendidos, rechazados, aislados, desamparados, desatendidos, desaprobados…

La tristeza es una expresión del miedo que generalmente está conectada con la nostalgia, la impotencia, el rechazo, la impaciencia, el dolor, la apatía, la depresión y la aflicción.

El odio es la expresión con la carga emocional y la agresividad más intensa que suele ser resultado de una frustración vinculada con necesidades no cubiertas, o bien de tener que aceptar situaciones inesperadas o incómodas.  

A continuación voy a hablar de alguno de los miedos que considero más comunes. Me gustaría empezar con el miedo al abandono. Se relaciona con los pensamientos de escasez. Algo que me han enseñado hace poco y de lo que no había sido consciente hasta el momento es que no se puede abandonar a un adulto. Se puede abandonar a un niño, o a una persona dependiente con necesidades especiales. Un adulto es responsable de sí mismo y por tanto no es posible abandonarlo. La gran ironía es que en la mayor parte de las ocasiones, las personas que temen el abandono, o se sienten abandonadas por otros, en realidad se han abandonado a sí mismas. Me abandono cuando no respondo a mis necesidades, no soy capaz de detectarlas, no las satisfago directamente o bien no las expreso de forma específica cuando dependen de la ayuda de otros. El haberme abandonado implica no haber cultivado hábitos mentales y físicos saludables durante un largo período de tiempo. Uno de los primeros procesos que implica ser consciente de este autorechazo es el de reconciliarnos con nosotros mismos.

Este miedo se conecta de forma directa con el miedo al rechazo. Si pensamos que no somos los suficiente nos veremos presa de estos sentimientos. Personalmente he evolucionado muchísimo en relación a las limitaciones derivadas de esta tendencia de pensamiento. Para mí ha sido muy útil ser consciente de que dar el poder a los demás para que me rechacen proviene de no haber sido capaz de haberme aceptado yo mismo.

Muy relacionado con la anterior está el miedo a la soledad. Personalmente he usado mucho este tipo de emociones y sentimientos para autocompadecerme. La realidad es que en muchas ocasiones tememos quedarnos solos, a pesar de que tengamos un círculo de afecto amplio y sólido. De nuevo si trabajamos la relación con nosotros mismos, nunca nos sentiremos solos. Sin embargo sentirnos incómodos con nosotros mismos debe ser el primer indicador de que se hace necesario emprender un viaje de autoconocimiento y transformación personal.

Conectar con los demás es una de nuestras necesidades básicas. Estar conectados con nuestras vulnerabilidades y ser honestos nos garantiza tener relaciones sanas con los demás.

Hay un miedo extremadamente limitante: el miedo al ridículo. La vergüenza tiene una enorme capacidad para bloquearnos. Uno de los aspectos más importantes en los que personalmente creo que se ha de incidir a nivel pedagógico, es la importancia de no estigmatizar el error. Fallar no solo es algo deseable, sino algo inherente a cualquier proceso de aprendizaje. Si no aprendemos a fallar, fallaremos en aprender. Uno de las características esenciales de las personas con éxito es su resiliencia.

Muy conectado con el miedo al ridículo se encuentra el miedo al fracaso. Hay sin embargo un miedo menos evidente, y sin embargo igualmente limitante: el miedo al éxito. Tenemos la tendencia a temer lo desconocido. Somos tremendamente hábiles para adaptarnos a cualquier circunstancia. Una vez adaptados, preferimos el contexto conocido que exponernos a un nuevo proceso de adaptación. A pesar de que en principio puede parecer paradójico, creo que es muy común tener miedo al fracaso y al éxito a la vez.

También está el característico miedo a la muerte. Es muy curioso que el miedo a la muerte en la mayor parte de las ocasiones se traduzca en miedo a la vida. Tener apego a la vida nos limita. Personalmente he tenido un punto de inflexión en ese sentido. He tomado la decisión de vivir la vida como si el tiempo no fuera una limitación. Es una forma de recibir con agradecimiento lo que la cocina cósmica tenga a bien regalarme. Tengo muchos sueños, pero no voy a dejar que mis expectativas sobre un futuro incierto no me permitan oler las flores que cada día se asoman a mi vida.

Estos son solo algunos ejemplos de los miedos que quizá te limitan. ¿Cómo validar si tu miedo está fundamentado en una situación real de peligro o bien se trata de miedo neurótico? Analizando la naturaleza de los pensamientos que lo originan con ayuda del Cuestionario Socrático.

Responde a las siguientes preguntas:

– ¿Qué tipo de sentimiento es? ¿Automático?¿Rápido y sutil? ¿Difícil de reconocer?¿Negativo?

-¿Qué sentimiento experimentas una vez que estás siendo consciente de los que estás pensando?

– ¿Es del todo cierto lo que estás pensando?

– ¿Estás exagerando o dramatizando la realidad con ese pensamiento?

– ¿Tienes alguna evidencia de lo que estás pensando?

– ¿Es un pensamiento racional?

– ¿Para qué estás pensando de esta manera ahora?

– ¿Qué ventajas te da pensar de esa manera?

– ¿Qué inconvenientes tienes pensando de esa manera?

– ¿De qué otra manera podrías pensar?

– ¿Qué puedes hacer para mejorar esa idea o pensamiento?

– ¿Ese pensamiento te ayuda a avanzar?

 

Apelar a nuestros instintos primarios es el arma de manipulación más efectiva que existe. Es hacer uso de potentes sistemas químicos que tienen prioridad total en nuestro organismo. No solo es efectivo que se usen externamente, nuestro ego es buen conocedor de la capacidad que tiene el miedo para paralizarnos y hacer que le entreguemos todo nuestro poder.

Si te controlan tus miedos vas a vivir una vida de segunda. El universo no te hubiera creado si no le hicieras falta. Analiza tus limitaciones. Actúa a pesar del miedo y enviarás un mensaje claro a tu ego: soy libre.