Hablar de niveles de consciencia superiores es un tanto difícil para mí. Tengo mucha resistencia a utilizar el concepto de Dios, ya que me siento fuertemente condicionado por la influencia de las distintas religiones y tradiciones espirituales. Detrás de esta relación tan personal con formas de inteligencia sobrehumanas ha existido y existe una tremenda manipulación y control sobre las creencias y comportamientos en el género humano.
En general el hombre, y es especial en la cultura occidental, el pensamiento se organiza en torno a entidades, ya sean físicas o abstractas. Es posible conceptualizar y visualizar física o mentalmente los objetos: tú, yo, el coche, la comida… En gran medida nuestra mente está encadenada al mundo de las formas y los conceptos específicos. En mi concepción de Dios esta inercia bloquea la percepción de una idea no sujeta a una parcela específica de la realidad, sino a formas que trascienden a todos y cada uno de los elementos del universo.
Hay dos formas de consciencia superior con las que me siento especialmente identificado. Por un lado me relaciono con el campo inteligente de energía que une todos los elementos del universo: la propia consciencia del cosmos. Einstein dijo que no puede haber leyes en la naturaleza sin un legislador. Es esa chispa de vida en cada ser que nos brinda todas las herramientas que necesitamos para que progresemos por medio de nuestra experiencia vital.
Por otro lado conecto con una fuerza que asocio a la feminidad. Se trata de una fuente de creatividad y transformación. Es la encargada de velar por el bien común de todos los seres. Se ha representado y denominado de muchas formas a lo largo de la historia del hombre: Gaia, Atenea, Isis, Freya, Artemisa, Lilit, Selene, Xochiquétzal, Bastet, Yemayá, Nut, Ishtar…
No puedo evitar pensar que en la idea de la Virgen María se esconde ese mismo concepto de alguna forma ha sido mal interpretado. Esa madre con un bebé en las manos que fue concebido por el Espíritu Santo para mí nos es más que una metáfora y una representación de esa misma deidad.
El amor es hilo conductor entre ambas fuerzas: el que conecta la energía y la consciencia con la capacidad de crear y transformar. La unión entre lo masculino y lo femenino.
Al margen de estas dos fuerzas universales, personalmente creo que existen muchos más niveles en diferentes planos de consciencia. Simpatizo con la idea de la reencarnación como forma de evolución espiritual. También con que en cierta medida arrastramos un bagaje emocional vinculado vidas anteriores.
Las religiones no son más que distintas metáforas sobre estas formas de consciencia. También la síntesis de una serie de principios morales que es su gran mayoría y en prácticamente todas sus formas dicen esencialmente lo mismo. Se trata de verdades universales inherentes a nuestra propia evolución. De ahí el calado en las diferentes civilizaciones.
Pero todo concepto que vibra en el imaginario colectivo puede ser un potente instrumento de manipulación. Si en lugar de entender que es el mismo mensaje envuelto en diferentes símbolos, se cae en la ingenuidad de otorgar una genuinidad y una autoría específica a estas ideas se vertebra el caldo de cultivo perfecto para el conflicto.
Mi relación con esta formas de energía ha evolucionado mucho en los últimos años. En general están más presentes en mis días. En mi rutina de meditación diaria introduzco el agradecimiento y el amor incondicional a ellas. En general creo que es importante dejar claro a esas fuerzas mis necesidades y deseos, pero no como una forma de requerimiento, sino más bien como una forma de comunicación e intercambio. Pensar que puedo saber o intuir lo que de verdad necesito en esta experiencia como hombre en la tierra de nuevo denotaría una tremenda necedad.
Para los escépticos me gustaría acabar con una reflexión. Por un lado, en general, tenemos una visión catastrofista del hombre. Eso nos hace tener serias dudas sobre este tipo de fuerzas. Personalmente creo que existe una clara evolución de la conciencia en el hombre; el problema es que solemos evaluar el desarrollo de nuestra curva evolutiva sobre la base del ínfimo período que duran nuestras vidas. Nuestro ego no solo quiere que las cosas cambien, sino que desea experimentar el cambio. Creo que en los próximos 1000 años veremos una profunda transformación de nuestra especie, y un milenio en el tiempo del universo y del hombre no es más que una gota en el océano.
Creer en algo más grande que nosotros es lo más práctico que puede existir. En el fondo todo pensamiento es una forma de interpretación de la realidad. Podemos por tanto elegir ser una casualidad y sentirnos solos, o bien estar conectados a formas de inteligencia que velan por nuestros intereses. ¿Qué crees que te va a hacer sentir mejor en este corto período en este plano de la realidad?