Hace poco leía que para poder construir con armonía, libre de cargas emociones, con el poder y la abundancia que el universo me permite expresar, lo primero que debía admitir es que soy un fracaso.

Tengo que aceptarlo, no he logrado todas las metas que mi ego anhelaba para mi. No tengo la vida que tantas veces proyecté. No estoy en el sitio que imaginaba. No tengo pareja. No soy rico. No tengo el cuerpo de un escalador. No bailo como Fred Astaire. No he viajado por todo el mundo. No he aprendido a cantar ni a tocar la trompeta. Las adolescentes no me reconocen  por las calles. Es curioso, cuando uno reflexiona sobre ello se da cuenta de que ha llegado a pensar que todo lo que había idealizado se cumpliría. En ese momento uno reconoce su propia locura  (y este sea el primer pasito para dejar de estarlo).

Las ideas son solo eso, ideas. Por eso se llaman “ideales”, sin un plan de acción no son más que pensamientos mágicos que ciertamente entretienen, pero no son más que la sopa boba mental que todos conocemos.

Ahora comprendo que si admito que soy un fracaso me libero de esa presión y de esa carga. Lo admito, no soy todo lo que esperaba, y además estoy en paz con ello. ¡Chúpate esa! Si lo piensas ese es un duro golpe para el ego. Es un reseteo épico que me permite caminar sin peso extra (y quiero confesarte que había acumulado mucho).

No somos nuestra mente, somos mucho más. Hay lecciones que nos nos podemos saltar. Hay procesos incómodos. Pero no me  enfrento con “problemas”, encaro las “lecciones” con la alegría y el reconocimiento de que esta experiencia no es más que un delicioso juego para que aprenda a amar, para que reconozca mi verdadera naturaleza.

“¿Ahora hacia dónde?” Voy a relajarme, disfrutar, observar y empezar a escuchar lo que el cosmos tiene empeñado que aprenda. Voy a dejar que las cosas pasen,  en lugar de empeñarme en que ocurran. Voy a mirar la cartas que tengo en mi mesa en lugar de esperar una baza mejor. He decidido dejar de preguntarme qué me debe el universo y centrarme en qué puedo aportar a los demás.

Tal vez sea un buen momento para reflexionar sobre el amor. Me apetece practicar de una forma más sana*  (*Nota: Empezando conmigo). Sin esperar nada a cambio. Disfrutando de ese magnífico misterio que tiene la única energía que existe que ¡crece cuando la das!

Me resulta muy irónico que estemos en un momento de “vanguardia tecnológica”  y en pleno desarrollo de “nuevas fuentes de energía” y tengamos tan olvidada nuestra propia luz y nuestras propias baterías vitales.  Trabajar en mi energía y poder personal me están haciendo comprender que la libertad y la voluntad para optar por lo que de verdad quiero (en lugar de lo que  quiero ahora mismito) reside en el nivel de vibración y frecuencia que emite mi ser. Cuanto más alto es mi nivel de energía, más sencilla es mi vida. “¿Difícil?” ¡Pues claro! “¿Merece la pena” Creo que sí. Pero como decían los estoicos, si quieres una vida fácil, vas a tener que tomar decisiones difíciles.

Otro lastre que voy soltanto poquito a poquito es el de la culpa. Es muy muy muy importante comprender  bien la culpa ya que es un programa mental que quita mucha energía vital. Me he dado cuenta de que en muchas ocasiones esa disonancia entre lo que decidía hacer, y lo que de verdad hacía, me generaba una culpa tremenda. Pero recuerda, hemos firmado la paz. Toda esa culpa ya no está. He aceptado mi fracaso. Me he perdonado de ahora en adelante. He sido amoroso conmigo y me permito avanzar con el espacio para equivocarme y seguir aprendiendo. No hay ninguna prisa. Lo que no aprenda ahorita…pues ya lo aprenderé más adelante.