Para mí lo perfecto es algo estático, ¿para qué va a cambiar, si ya es perfecto?

Lo perfecto es algo absoluto que no admite fisuras, no tiene nada que aprender porque ya es perfecto. Lo perfecto no crece, no madura, no tiene nada que celebrar porque ya lo tiene todo. Lo perfecto es impoluto siempre. Lo perfecto no llora, no se enfada, no se parte de risa, no hace el payaso, no caga, no enferma, no coge otro pedacito de chocolate más (mmm, ¡qué rico!), no se traba leyendo en alto, no tiene amigos, no tiene pareja, no encuentra a un igual, no tiene necesidades ni deseos. Lo perfecto no tiene la necesidad de comunicar nada, no necesita de relaciones, no necesita alimentarse, siempre pesa exactamente lo mismo. Lo perfecto cumple todos y cada uno de los requisitos en cualquier circunstancia, gana todos los concursos, aprueba todos los exámenes. Hablamos maravillas de lo que es perfecto, que si es tan perfecto, que si mira cómo hace esto y aquello perfecto. Lo perfecto, además, satisface todas nuestras expectativas, siempre piensa, siente, dice o hace lo que esperamos de él (¡es que es perfecto!). Lo perfecto es perfecto hasta en el último detalle, sin heridas, sin pasado, sin recuerdos, sin familia, sin presente, sin futuro. Lo perfecto, incluso, no muere.

Si lo perfecto representa todo esto, ¿qué demonios estoy tratando de hacer? ¿Por qué deseo algo tan inhumano para mí? ¿Acaso deseo sufrir? ¿Acaso quiero anularme, negar todas las cosas que me hacen humana?

Por lunático que parezca, así es.

Escrito de Caterina de la Portilla para la charla sobre el perfeccionismo: