El perfeccionismo es un mecanismo de defensa disfuncional por el que trato de ganar aceptación, atención, validación y aprecio, por medio del valor que tiene el desempeño de ciertas tareas. Se trata de una forma deshumanización donde niego toda forma de vulnerabilidad.

Este es sin duda uno de mis peores defectos de carácter. Me me ha limitado mucho en muchos aspectos de mi vida. En lo relativo a las relaciones de pareja, este patrón ha bloqueado completamente mi capacidad para amar. He pretendido que mis parejas sean perfectas, y para  ello era necesario que cambiaran. Se trata de una proyección de la creencia de que no soy válido. El amor es aceptación incondicional. No es posible amar y a la vez comunicar que la otra persona no es lo suficiente.

A nivel laboral me ha hecho juzgar duramente las limitaciones de mis compañeros y empleados. Ha bloqueado mi capacidad de empatizar y conectar con la humanidad y con el derecho a equivocarnos y aprender de ello.

A nivel más profundo me he dado cuenta que el perfeccionismo es una herramienta que alimenta mi adicción al sufrimiento. Querer ser o hacer algo perfecto, es en sí mismo un propósito abocado al fracaso. Se trata de un vehículo de mi ego para hacerme daño y validar la idea de que no soy suficiente.

Si algo he aprendido en este largo y tedioso camino de introspección, es que no he de creerme ninguna de las ideas que creo tener de mí mismo. Si de verdad quiero saber en qué estima me tengo, solo he de mirar mi comportamiento, hacia mí, y hacia los demás. No solo cuando estoy en compañía. Lo que soy también es lo que hago cuando nadie me ve. Si me avergüenzo de que alguien pudiera verme haciendo lo que hago en mi intimidad, probablemente no estoy en sintonía con lo que de verdad quiero ser. Esto evidentemente alimenta mi sentimiento de culpabilidad.

Nada por tanto es lo que parece. La idealización de los falsos ídolos que proliferan en Internet no es más que un mecanismo que valida la idea de que somos defectuosos, incompletos o inadecuados. Se trata de una forma de tortura contemporánea que nos hace sentirnos mal con nosotros mismos y con nuestra vida.

Hace poco un buen amigo decía que el dolor se produce cuando tengo una doble agenda: si proyecto un propósito que comparto con los demás pero a escondidas tengo intereses ocultos que generan una falta de coherencia entre lo que digo ser, y lo que soy en realidad,  está disonancia provoca sufrimiento de manera ineludible.

He dejado de querer ser perfecto. Ahora celebro mi vulnerabilidad y mis defectos como la mayor herramienta para conectar conmigo y con los demás. He dejado de castigarme consumiendo redes sociales que alimentaban la idea de que me faltaba algo. Tengo y soy todo lo que necesito.

Vivimos en un sistema que se nutre de nuestro propio vacío existencial. La propaganda contemporánea se ha sofisticado hasta niveles muy sutiles, pero muy poderosos. Pero la verdad siempre encuentra una brecha. El amor siempre se abre camino. Celebra lo que en realidad eres: una expresión del poder y de la inteligencia del universo. Nada más. Nada menos.