Ahora que ya nos vamos conociendo tengo que contarte algo que quizá te sorprenda; he pasado gran parte de mi vida siendo un agente secreto. A pesar de que ha tenido muchas ventajas, he decidido cambiar de profesión.

No dejarme ver ha sido una forma de control y una traición a mi propio ser. Mi comportamiento me ha comunicado que pensaba que no era lo suficiente. Ha sido una forma de aniquilar mi autoestima.

Ser agente secreto genera pánico crónico a que descubran mi verdadera identidad. Es muy complicado relajarse en un contexto así. Uno se toma muy en serio, lo que dificulta tomarse la vida con el humor y la filosofía que se precisa.

He desarrollado un sin fin de habilidades para esconderme. Ahora entiendo que ha sido una energía, una atención y sobretodo un tiempo muy mal invertidoDesde la negación a mi verdadero ser no se emite luz.

Cuanto más tiempo hacía ese papel, más me identificaba con el personaje, y menos tiempo me dedicaba a saber quien soy, o quién deseo ser. Ser honesto y permitirme ser yo además es dar la libertad al otro para que elija invertir su tiempo conmigo. En la deshonestidad y en la manipulación se puede dilapidar algo tan precioso como el tiempo de los demás.

Los agentes secretos son personas solitarias. No dan mucho espacio a la vulnerabilidad y para ello suelen suprimir los sentimientos de su vida. Tienen un fuerte sentido de deber. Se entregan al ingenuo convencionalismo de lo correcto y lo incorrecto. Es muy útil tener siempre un enemigo al que hacer responsable de tu destino y al que dedicar toda tu atención. De esta forma evitan tener que hacer frente a sus propios demonios.

Sus relaciones íntimas son muy superficiales y la imagen es el pilar central. Es evidente que no se entregan nunca a los demás. No son capaces de amar ni ser amados. Eso les expondría y tienen que evitarlo a toda costa. Son grandes maestros del disfraz y mimetizan todo aquello que pueda ser objeto de seducción y manipulación, todo lo que que sirva para conseguir lo que quieren.

Es muy curioso que la vida de los agentes secretos nos seduzca tanto. Habla de nuestra propia ingenuidad emocional y de nuestra putrefacta escala de valores.

Ahora toca perdonarme por haberme abandonado y reconciliarme con lo que verdaderamente soy. Lo más curioso es que dejar de ser agente secreto es un gran alivio. Creo que nunca me hubiera perdonado no haber empezado a ser un poquito más yo.